Have you ever thought about absolute good and absolute evil? I have, this is what I concluded across the thought processes within the abyss of my mind; many years ago social life was in a chaotic state within a horrible system, and there were wise men that had nothing to other than to create the concept of a higher power that is absolute that protects good people from the harm of others. However this absolute power needed the dark thoughts of some to create suffering in order to create an enemy for this higher power to combat it, they called this evil and its good counterpart was called God. People were suddenly ruled by others through the thought of a god and they talk spoke as his agents and if you were considered to be evil, god will make you suffer, in essence creating a tool to create order within society. People believed in it in fear of retribution, I personally believe that there's no good and evil there are human creatures, people like you and me, with negative and positive perceptions, how we reflect on one or both of these depends on the incidents and coincidences that we experienced in this life that shaped our philosophies. What lays beyond this lie is nothing but human nature in addition to what everybody perceives their own views as right, defeating in their own sense what is negative or positive. The concepts of good and evil are matters that are in difficult to remove despite they can be changed in theory as it is a part of our human culture. What we can do is fight the idea that people were born good or evil, that falls to the incidents and coincident that they have lived and experienced throughout their lives. Hope however exists as you can still affect them in an indirect discourse.
viernes, 6 de abril de 2012
Mohammed
Mohammed en el asiento de pasajero del
Chevrolet Impala 1956 de su tío Martin. Sangre se derrama de su cabeza, abre
ligeramente los ojos y observa el frente de aquel clásico y bello auto
totalmente destruido y la bolsa de aire desinflada pegada a su torso. Poco a
poco recuperaba la consciencia y se daba cuenta que este parecía ser el fin de
su viaje al que había emprendido una semana atrás, el día de su cumpleaños
numero veintidós.
Había decidido viajar a La Habana a
visitar a su tío y a sus amigos de la infancia. Estuvo durante todas las
vacaciones de invierno esperando este viaje, porque podría volver a ver a quien
lo había criado tras la muerte de sus padres. Lo extrañaba mucho, al igual que
ese ambiente de la bella Cuba. Ya habían pasado siete años desde su ultima
visita a la bella isla caribeña.
Su tío Martin Casares, un hombre moreno
con un ancho bigote negro y una sonrisa imborrable que le daba una apariencia
simpática. Era un hombre alegre; amigo de todos. Y cuando su sobrino favorito,
Mohammed anunció su visita, alertó a todos los amigos para que se preparan a
recibirlo. Al llegar Mohammed todos sus amigos lo recibieron con alegría y lo
llevaron a casa de su tío. Esa primera noche lo festejaron con una gran fiesta
con música típica y bebidas para alegrar el ambiente.
Que buen día fue aquel primero del viaje,
pensaba Mohammed. Mientras veía a los paramédicos tratando a su tío Martin en
una camilla a la orilla del auto. Al ver el rostro de uno de los paramédicos,
Mohammed lo reconoció rápidamente. Lo había visto en el tercer día del viaje
cuando Yanela y Mohammed paseaban por la playa, y el joven paramédico jugaba
con algunos niños cerca de ahí. Lo recordaba como un tipo amigable. Una buena
persona, así son todos aquí, pensaba Mohammed.
Volteaba hacia todos lados buscando
encontrar con la mirada a alguien que lo pudiera consolar. Veía como los
paramédicos trataban rápidamente a su tío, eran muy buenos. Luego voltea la
mirada a la derecha, ahí estaba ella, Yanela. Una joven de su edad de la cual
Mohammed había estado enamorado desde hace muchos años. A pesar de los
excelentes paramédicos cubanos, para poca fortuna de Mohammed, los rescatistas
no eran muy buenos y cuando enterraron las pinzas en la puerta del auto para
forzarla hasta que abriera, una parte de las pinzas se clavo en su pierna, y al
momento de abrirse le desgarraba la pierna.
Mohammed no gritaba estaba tranquilo, con
una ligera sonrisa dibujada en su rostro. Sabía que iba a morir, pero lo hacía
feliz porque lo hacía contemplando la belleza de Yanela. Su pierna se partió en
dos; se desangraba. Mientras el dolor estaba presente en su mente, Mohammed no
lo expresaba. Solamente observaba a su alrededor. Veía a su tío ser atendido
por los paramédicos, a Yanela llorando al ver a su amigo sufrir, al hombre de
la camioneta con la cual había chocado lamentándose por lo sucedido y a los
rescatistas tratando de salvarle la vida. Y hasta aquí llegaba su viaje de
veintidós años de edad, a medio camino de la vida; de su regalo. Aquí acababa
todo para Mohammed. Ahora ya no podría recibir su regalo, aquella casa en la
playa que pertenecía a su tío. Donde planeaba proponerle matrimonio a la bella
Yanela. Donde podría continuar su feliz vida. Ya nada de esto iba a poder
suceder. Ahora todo quedaría abandonado; la casa en la playa, la habitación en
casa del tío Martin, el asiento de pasajero del Impala y ese lugar en la cama
junto a Yanela. La luz se transforma en oscuridad, la oscuridad en luz, la
alegría en tristeza, la tristeza en alegría y la vida en muerte.
Recuerdos
Tu, bajo la luna y las estrellas.
Yo, admirando tu belleza,
sabiendo que no soy
merecedor del momento a tu lado.
Nosotros, y ese recuerdo de ayer
que hoy ya no podemos revivir.
Tras esos fríos días en mi soledad
porque se, que tu ya no volverás.
Ahora todo lo que me queda,
son los recuerdos.
Esos preciados momentos
que avivan mi alma muerta,
por saber que ya no estas aquí
Por saber que en la mañana despertaré
y, a mi lado, ya no te encontraré.
Y aunque como loco ruegue tu regreso,
tengo
que aceptar que solo me quedan esos recuerdos
Vida y muerte
Pensando en momentos. Momentos que uno
recuerda haber vivido Como las aves que emigran, y sin saber como llegan a su
destino Así como todos sabemos lo que necesitamos. Vivimos para morir. Vivimos
para recordar momentos. Momentos que existen en el mundo, y fuera de él
Momento que vives en tus sueños. Y
momentos del despertar, en ese café que no recuerdas como llegaste a él, Aquel
que ni siquiera estas seguro de si existe. Pero lo sientes presente como real.
Momentos vivos, momentos muertos. Vivimos para morir. Y morimos para existir
Como los animales, la plantas, como todo. Vives para morir, y mueres para
alcanzar la existencia. Porque si no murieras jamás existirías. Porque nadie
existe mientras no sea recordado…y solamente serás recordado cuando muerto.
Y existen dos formas de morir. Morir ante
el mundo físico y morir ante el mundo psicológico. Mueres ante el mundo visible
y palpable. Te pudres enterrado en la tierra y simplemente te conviertes en
comida de los insectos que pronto nacerán de nuevo para convertirse en seres
humanos, para continuar evolucionando. O
bien puedes morir en tu mente, alejarte de todo mal y de todo bien. Apartarte
de la sociedad tratando de encontrar la realidad. Tratando de morir. No te pudres,
pero evolucionas. Te vuelves alguien superior, porque mueres; porque terminas
de recordar y comienzas a ser recordado. Nadie te conoce pero estás en boca de
todos. Te critican, te elogian, te atacan y te defienden. Eres un ejemplo
positivo y un ejemplo negativo ante la sociedad. Ya no vives, estás muerto,
muerto para el resto. Eres diferente, no te consideran existente, te vuelves
superior. Evolucionas, intentas vivir en soledad, pero no puedes. Te
desesperas, corres de un lado al otro. Gritas. Nadie te escucha porque ya no
existes para nadie más. Eres ignorado. Descubres que tienes solamente dos
opciones: morir físicamente y pudrirte en la tierra o retroceder y volver a la
vida vaga, inservible y sin propósito de los seres humanos.
Me and you....
Me behind the wall of your room. Whispering. Trying to hear your voice. Trying to whisper into your ear. You singing along with your favorite song. Watching the rain through the window. Ignoring my presence behind the wall of your room. Me trying to open your door. Making no noise. Touching the doorknob. Breathing and hearing your breathe. Knowing I'm almost there. Almost by your side. You breathing with rhythm. Trying to keep pace with the song, but it has already ended. Now you hear a noise behind the door. You wait for me. Fixing your eyes in the door. Trying to unlock it for me with your look. Me opening the door. Rushing into the room. Just to see you are not there. Because behing the wall of your room and the door. Because your singing and breathing. All they belong to the past. Me crying. Seeing my tears falling. Because I know I am late. And you are not there for me anymore...
Comida que tortura
Una vida entera y su único propósito: comer. Cada día debía comer una sola cosa. Toda ella de una manera continua durante 23 horas y media…y su ultima media hora del día era su pausa. Su pausa para intentar vivir. Cada día a primera hora se le presentaba deliciosa comida, esa que para muchos serían un manjar que se comería una sola vez en la vida o aquella que era común en algunas regiones del mundo pero que siempre era un placer probarla, y a él ya le aborrecía. Hoy era el primer día del tercer mes del año, primera hora. Llegaba el mesero presentando un pequeño plato con dos molletes, y en ese momento llegó a su mente esa sensación de satisfacción. Creía que esto terminaría aquí. Ya estaba acostumbrado a iniciar con cantidades inconmensurables y hoy, por alguna extraña razón, empezaba con una cantidad decente para los seres humanos, solamente dos molletes. Pronto, en pocos segundos, terminó de comer sus dos molletes. Pero hoy decidió no hacer sonar la campana, esa que se veía obligado a utilizar para avisar que ya había terminado su plato. Y a los pocos segundos, de esta errada decisión, la puerta de la cocina se abrió de par en par. Una extraña maquina asomó un cañón. Y a la vez unas grandes pinzas bajaron desde el techo y obligaron al hombre a abrir su boca, cd un tamaño que parecía imposible para cualquier ser humano, su apariencia se había vuelto monstruoso e inhumana. Cerró los ojos debido al temor que le ocasionaba el encontrarse en esa escena. Y de pronto escuchó un estruendo, como el que crea un arma de fuego al ser tirada del gatillo. Y a los pocos segundos sintió que algo entraba en su boca a una gran velocidad, forzándolo a tragar de manera instantánea. Decidió abrir los ojos y se dio cuenta de que la maquina estaba disparando comida en dirección a su boca. La maquina disparaba: chilaquiles, spaghetti, pizza, hamburguesa, tacos, cochinita pibil, hot dog, sushi, surimi, salmón, coctel de camarones, mole, pollo rostizado, pavo, relleno de pavo, chiles rellenos, puré de papa, atún, ensalada de papa y ensalada de frutas. Todo, en una mezcla y orden bien calculado que hacían del sufrimiento del hombre más doloroso de lo que debería ser, todo fue continuo hasta el 31 de diciembre. Ese día la maquina se detuvo y una manguera que parecía ser controlada a presión, apareció. Comenzó a disparar agua, limonada y coca cola. Todo a la vez en una extraña mezcla con un sabor terrible al paladar. Con el paladar arruinado, papilas gustativas desgastadas y el gran cansancio de comer y comer sin parar. El hombre se había dado cuenta de que ese día en el que decidió no hacer sonar la pequeña campana, había sido el día en el que ocurriría lo impensable. Empeorar esa tortura a la que había sido condenado sin conocer la razón. Al terminar ese ultimo día del año el hombre se desvaneció, no había podido soportar. Y ese día se liberó, su castigo termina aquí. Había muerto.
Con el paladar arruinado, papilas gustativas desgastadas y el gran cansancio de comer y comer sin parar. El hombre se había dado cuenta de que ese día en el que decidió no hacer sonar la pequeña campana, había sido el día en el que ocurriría lo impensable. Empeorar esa tortura a la que había sido condenado sin conocer la razón. Al terminar ese ultimo día del año el hombre se desvaneció, no había podido soportar. Y ese día se liberó, su castigo termina aquí. Había muerto.
jueves, 5 de abril de 2012
Tres
Viviendo aquí en este hermoso atardecer
de verano que parecía no tener fin. Sabiendo que aquel era el escenario
perfecto. Sentado en la arena de una pacifica playa de una isla perdida en el
mar del Caribe. Jamás había escuchado hablar de ella, no aparecía en ninguno de
los mapas conocidos pero hoy aquí me encontraba. Miraba la puesta del sol y a
tres cangrejos recorriendo rápidamente la arena a mis pies. Era en este preciso
momento del día en el que no me importaba el choque del avión, aquel que había
abordado el día tercero del mes tercero del año dos mil tres. Se había
derrumbado tras fallas en el cuarto motor. No se conocía que había provocado
dichos problemas. Y todos, menos tres de los pasajeros, murieron en el momento
del impacto. Aun recordaba a los otros dos sobrevivientes a la perfección. Un
joven estudiante alemán de veintitrés años de edad que iniciaba sus vacaciones
y una mujer de alrededor de cuarenta y tres años que viajaba en busca de
encontrar a su tercer marido.
A la cuarta hora de estadía en la isla,
la mujer murió. Sólo quedamos el joven alemán de veintitrés años y yo, un
hombre de treinta y tres años que viajaba con su esposa tras haber tomado
nuestro tercer año sabático. Al tercer día ya no encontrábamos más provisiones
en las áreas cercanas, por lo que el joven alemán se decidió a ir de cacería.
En tres horas trajo tres jabalíes. Y hacia la cuarta hora no regresó. Dos horas
después lo encontré muerto en una cueva de oso, aunque no había visto al
animal, vi unas huellas. Por lo que pronto decidí alejarme de la zona con mucha
cautela. Pasaron los primeros dos meses, y ninguno de los dos aviones que vi
pasar me dio auxilio. Eran aviones de dos motores. Por lo que cada tarde, por
no tener nada mejor que hacer, me sentaba en la playa a observar la puesta del
sol, que escenario tan bello aquel. Tras haber transcurrido los últimos tres
días del tercer mes de naufragio ya me había decidido a no abandonar ese
hermoso lugar. Aunque extrañaba mi mundo, a mis amigos, mis hijos y mi trabajo.
Ya consideraba que toda oportunidad de rescate estaba perdida.
Pero el tercer da del tercer mes de mi
naufragio. Observando aquella bella puesta del sol, una avioneta de un motor
pasó por encima de mi. Disparé mi ultima bengala, sin animo de ser rescatado
porque sabía que no me vería. Pero aquel da me llevé una gran sorpresa. La
avioneta bajó y me rescató. Tres meses, tres días y tres horas después de haber
sido rescatado regresé a casa. Y en cuanto entré a mi hogar al ver a mis tres
hermosos hijos y recordar mis tres momentos favoritos de mi vida. Solamente
conseguí suspirar tres veces para volver, por tercera vez, a mi vida normal; mi
vida feliz. Pensando día con día, cada hora, cada minuto, cada segundo en tres…
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