Abro
los ojos, no reconozco donde estoy. Estoy un poco confundido, recuerdo haberme
acostado en mi cama; haberme echado a dormir. Escuchaba extraños sonidos,
aquellos que te recuerdan al mar. Sentía una suave brisa que rosaba mi cuerpo y
mi alma. Llegaba una gran tranquilidad a mi ser, a pesar de no entender lo que
sucedía ni el lugar en donde estaba. Poco a poco recupero completamente la
conciencia. Me levanto. Miro hacia el horizonte, como lo había pensado por
aquella brisa que sentía, estaba en el mar. Estaba en el lugar indicado, en el
momento indicado. Estaba en una playa en el atardecer, un bello atardecer de
verano.
Observé
plácidamente aquella bella escena ante la que me encontraba. En ese momento no
tenía importancia el mundo. De pronto algo rosó mi pie, salí de mi trance. Un
cangrejo corría rápidamente a esconderse. Lo seguí con la mirada hasta que
llegó a un hoyo en la arena. Vuelvo a observar el ocaso. Al poco tiempo alguien
me toca en el hombro. Era aquella mujer de cuarenta y tres años que viajaba
conmigo en el avión de camino a Brasil.
¿Qué ha pasado?
El avión se cayó, ayúdanos a buscar
sobrevivientes o provisiones.
¿Dónde
estamos?
No
sabemos…
¿Cuántos
somos?
Contigo
somos tres.
¿Tres?
Sí,
tres.
Que
extraño.
¿Qué?
Nada.
Era
decepcionante saber que ya no podría llegar a mi destino que tanto había
esperado. Ahora pensaba en mis padres y mis amigos. Todos esperaban una llamada
mía en cuanto aterrizara mi avión en tierras brasileñas. No podrán recibir la
llamada, incluso puede que jamás vuelvan a saber de mí. Aunque ahora que lo
pienso, no me importa. La meta de este viaje era alejarme de todo; salir de mi
realidad, de mi rutina. Ahora estoy perdido en medio de nada. Aquí ya mi pasado
no importa.
Caminé
por la playa tranquilamente, siempre cerca de las ruinas del avión para
aparentar una búsqueda por algo que sabíamos que no estaría ahí o quizá ni
siquiera existía. El otro sobreviviente, un joven de apariencia alemana de
alrededor de veintitrés años, me observaba. De pronto empezó a caminar acercándose
a mi. Lo escuché gritar, no entendí lo que decía. Se acercó un poco más, ahora
si lo escuchaba claramente. Era un perfecto español.
Amigo, ven acá. ¿Has encontrado
algo?
No, no hay nada que nos pueda
servir.
Busca con cuidado. Debe haber algo.
No hay nada.
Entonces… busca o ¿es que acaso no
te importa morir?
Me
da lo mismo. No importa que tanto nos esforcemos buscando, si no morimos de
hambre moriremos de fatiga.
¿Cómo
piensas de manera tan negativa?
No
soy negativo. Soy realista.
No
sé que se quedó pensando, simplemente se alejó de donde estaba yo. Noté que
caminaba con un ritmo distinto al anterior. El trayecto en el que acercó hacia
mí se notaba el optimismo en sus pasos, pero ahora que se alejaba se podían
observar pasos deprimentes. Comenzaba a ser realista. Nuestro realismo era
deprimente; desesperanzado y solamente llevábamos algunos minutos en aquella
playa desierta. Quizá yo estaba en lo correcto e íbamos a morir, pero siempre
existía la posibilidad de que al otro lado de la isla pudiéramos encontrar algo
de civilización. Pero en esta situación siempre es mejor pensar lo peor. Me
acerqué a la mujer para preguntarle más cosas sobre lo sucedido.
¿Cuánto tiempo llevamos aquí
varados?
Llevamos aquí tres horas.
¿Cómo sucedió el accidente?
No lo sé.
Buenos….gracias.
De nada. Y sigue buscando cosas que
nos pueda servir.
Comencé
a caminar lentamente, buscando de nuevo el punto ideal para sentarme a observar
el horizonte, aquel bello cielo nocturno del mar y la playa. De pronto escuché
un tosido. Había sido la mujer, pero no me preocupé porque uno tose de vez en
cuando. Pero de pronto se escucho uno, dos, tres, cuatro tosidos. De pronto un
quinto en el que escupió sangre. El joven se acercó rápidamente a ayudarla. La
mujer soltaba quejidos penetrantes al oído. Yo simplemente observaba, la verdad
no me importaba lo que le estaba pasando, sólo tenía curiosidad de lo que
pasaba. De pronto la mujer se desplomó. Me acerqué tranquilamente a donde
estaban la mujer y el joven sosteniéndola en brazos llorando.
¡Ha muerto! ¿Cómo puede ser posible?
¿Cómo pasa esto?
Ya le tocaba…
¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo eres
tan cruel?
No
soy cruel. Soy realista. Nosotros también moriremos, para eso estamos aquí,
para morir.
Podemos
ser rescatados. Lo sabes.
Aunque
seamos rescatados moriremos, para eso estamos aquí, para morir.
Bajó
la cabeza para observar el cuerpo sin vida de la mujer. De pronto dirigió su
mirada hacia mí. Había un cambio extraño en él, ahora se notaba odio en su
mirada. Le di poca importancia, podía odiarme, la verdad no me afectaba. Me di
la vuelta para regresar al lugar en donde estaba y al momento de dar el primero
paso escucho que el joven se levantaba rápidamente de la arena. Volteé
enseguida. Corría hacia mí con una navaja en la mano, detuve el movimiento de
su brazo con el que se aferraba a la navaja. Evité que me la encajara, pero no
logre evitar la embestida. Sentí mi cabeza azotar contra la arena y al joven
caer encima de mi…
Desperté.