jueves, 28 de febrero de 2013

Humanidad

En la penumbra aparece un hombre vestido de negro que te habla sin esperar respuesta tuya, lo escuchas y te dice:

"Adiós al deseo y la melancolía que nace con el ser humano, a los inmundos hábitos que te has forjado en tus años de supuesta existencia. A ese ciclo vicioso que envenena el alma pura, a aquellos eventos que en un conjunto conforman el suceso al que llamamos vida." 

Pronto termina de hablar y desaparece.

Te das cuenta que al fin despiertas que a lo lejos escuchas campanas y un eco. Te acercas a este sonido y de pronto se convierte en un grito ensordecedor que llama al lamento y llora por una penitencia, por el perdón que no le será concedido, buscas la voz y no la encuentras. Te das cuentas, después de varios minutos, que aquella voz que lamenta es la tuya. Te buscas a ti, corres desesperado. Te encuentras con un espejo que se convierte en ventana. Miras a través de esta ventana y te ves: Yaces en llamas sobre un lodazal, comienza el llanto y la desesperación. Buscas más allá del camino y de tu destino ya conocido. Te das cuenta que no hay donde ir, solamente puedes cruzar la ventana y acercarte a tu sufrimiento. Cruzas la ventana y las llamas comienzan a devorarte, no tienes salida alguna, sufres junto a ti; junto al eco que se convirtió en grito; junto a tu voz desesperada.

Y de pronto...despiertas sobre tu cama en tu habitación para ver el sol en el oriente y caminar por la banqueta de tu calle, la misma de todos los días. Te das cuenta que vives, pero queda un mensaje clavado en tu mente y escrito en la pared que se encuentra frente a tu cama, aquel que escuchaste en tu sueño:

"Adiós al deseo y la melancolía que nace con el ser humano, a los inmundos hábitos que te has forjado en tus años de supuesta existencia."

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