Que alegría haber recibido a mi sobrino Mohammed en casa. Lo llevo
de paseo en el Impala para darle su ultimo regalo de cumpleaños. Aquella casa
en la playa en la que tengo tantos recuerdos felices y espero que el viva más
momentos de aquellos. Manejando tranquilamente por la avenida principal con
dirección a la playa. El semáforo se torna verde. Aceleró poco a poco para
continuar el camino. Una grande camioneta acelera; no respeta el alto del
semáforo. Se siente el golpe en la puerta del pasajero. Se destruye el carro.
Rápidamente llega la ayuda, se dan cuenta rápidamente de que mi brazo estaba
roto. Me sacan y comienzan a atenderme el brazo y otras heridas menores.
Escucho que dicen que no logran sacar a Mohammed. Quiero gritar; rogar por
ayuda. No importaba que dejaran de atenderme, que ayudaran a mi sobrino era lo
más importante. Veo que me observa, que busca con la mirada a Yanela. Su amada
y bella Yanela. La encuentra, veo el dolor en el fondo de su mirada, en su
rostro sangrante y en su sonrisa ligera. Quería levantarme de la camilla,
sacarlo del auto. Salvarle la vida. Escucho las pinzas y veo la sangre
derramarse. Ver su pierna partirse y mi alma junto con ella. Perdía a un ser
querido poco a poco, pero él aun tenía ganas de transmitirme optimismo. Lo veía
morir con una sonrisa en el rostro y la tranquilidad de que esa memoria
permanecería para siempre en mi mente.
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ResponderEliminarQue bueno que te gusto este texto. Espero que sigas visitando el blog para que veas cosas nuevas. Saludos.
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