jueves, 5 de abril de 2012

Tres


Viviendo aquí en este hermoso atardecer de verano que parecía no tener fin. Sabiendo que aquel era el escenario perfecto. Sentado en la arena de una pacifica playa de una isla perdida en el mar del Caribe. Jamás había escuchado hablar de ella, no aparecía en ninguno de los mapas conocidos pero hoy aquí me encontraba. Miraba la puesta del sol y a tres cangrejos recorriendo rápidamente la arena a mis pies. Era en este preciso momento del día en el que no me importaba el choque del avión, aquel que había abordado el día tercero del mes tercero del año dos mil tres. Se había derrumbado tras fallas en el cuarto motor. No se conocía que había provocado dichos problemas. Y todos, menos tres de los pasajeros, murieron en el momento del impacto. Aun recordaba a los otros dos sobrevivientes a la perfección. Un joven estudiante alemán de veintitrés años de edad que iniciaba sus vacaciones y una mujer de alrededor de cuarenta y tres años que viajaba en busca de encontrar a su tercer marido.

A la cuarta hora de estadía en la isla, la mujer murió. Sólo quedamos el joven alemán de veintitrés años y yo, un hombre de treinta y tres años que viajaba con su esposa tras haber tomado nuestro tercer año sabático. Al tercer día ya no encontrábamos más provisiones en las áreas cercanas, por lo que el joven alemán se decidió a ir de cacería. En tres horas trajo tres jabalíes. Y hacia la cuarta hora no regresó. Dos horas después lo encontré muerto en una cueva de oso, aunque no había visto al animal, vi unas huellas. Por lo que pronto decidí alejarme de la zona con mucha cautela. Pasaron los primeros dos meses, y ninguno de los dos aviones que vi pasar me dio auxilio. Eran aviones de dos motores. Por lo que cada tarde, por no tener nada mejor que hacer, me sentaba en la playa a observar la puesta del sol, que escenario tan bello aquel. Tras haber transcurrido los últimos tres días del tercer mes de naufragio ya me había decidido a no abandonar ese hermoso lugar. Aunque extrañaba mi mundo, a mis amigos, mis hijos y mi trabajo. Ya consideraba que toda oportunidad de rescate estaba perdida.

Pero el tercer da del tercer mes de mi naufragio. Observando aquella bella puesta del sol, una avioneta de un motor pasó por encima de mi. Disparé mi ultima bengala, sin animo de ser rescatado porque sabía que no me vería. Pero aquel da me llevé una gran sorpresa. La avioneta bajó y me rescató. Tres meses, tres días y tres horas después de haber sido rescatado regresé a casa. Y en cuanto entré a mi hogar al ver a mis tres hermosos hijos y recordar mis tres momentos favoritos de mi vida. Solamente conseguí suspirar tres veces para volver, por tercera vez, a mi vida normal; mi vida feliz. Pensando día con día, cada hora, cada minuto, cada segundo en tres…