Conforme
pasan los segundos, los minutos, las horas, los días, los meses y los años
reinvento la manera de quererte. Siempre a la distancia de una amistad que no
refleje intenciones del corazón porque, aunque me duela, sé que lo nuestro es ser
amigos. Desde el primer día te he mirado con ojos de enamorado sin esperanza ni
fe, pero aquí estoy. Mirándote y reinventando las maneras de quererte.
Algunas
veces te quiero como a la luna:
iluminando
la oscuridad de mi ilusión
asechada
por el viento sombrío de la madrugada.
Otras
te quiero como al sol:
reconfortando
mi corazón
dándole
distintos colores a la vida cuando llegas y te vas.
Algunas
otras te quiero como al mar:
imponiendo
tu ley con tu belleza
y
el misterio que se esconde detrás de tus palabras.
A veces
te quiero como a la montaña:
tan
cerca como para admirarte diario
sin
siquiera poder alcanzarte.
En
otros momentos te quiero como a las aves:
cuando
vuelas alto dándome sensaciones de libertad
y con
tu voz me cantas sobre la vida.
Algunos
instantes te quiero como a mí:
navegando
entre sueños e ilusiones
escribiendo
poesía para tu alma.
Pero
son más las veces que te quiero como a ti:
dócil,
inocente, voraz, inteligente
viviendo
como tu sin miedo a serlo.
Siempre
te quiero como: a la luna, al sol, al mar, a la montaña, a las aves, a mí y a
ti.
Te
quiero como a todos, pero distintos. Siempre reinvento la manera de quererte
cuando pasan los segundos, los minutos, las horas, los días, los años.
Te
escribo.
Me
reinvento.
Te
quiero.
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