Hace
tantos ayeres que se terminó el espacio en la pared para poder seguir marcando
los días. Este tiempo encerrado en el confinamiento de distintas celdas que
comparten la memoria del dolor de tantos que por aquí hemos pasado.
La
verdad es que recuerdo poco de lo que era mi vida antes de mi encierro. Hace
tantas marcas en la pared que dejaron de visitarme, y lo único que recuerdo son
aquellos gritos del mundo condenándome a morir. Pero igual, hace tanto que eso
dejó de atormentarme pues ahora comprendo que detrás de cada rostro hay un
asesino; detrás de cada grito que me condenaba a morir hay un asesino peor que
yo porque…yo no lo maté. Y eso no importa aquí, porque las pruebas que nunca
mostraron estaban en mi contra y aquí me he quedado encerrado. Tantos ayeres y
tantas marcas en la pared, esperando…
Frente
a mi veo una bandeja con un bolillo y un vaso de agua. Algo simple porque así
he sido yo. Las extravagancias y el aprovecharme de oportunidades nunca ha sido
lo mío sino ya hubiera escapado hace tanto. Hace 45 marcas si no mal recuerdo.
De
igual, hace 740 marcas que comprendí que el infierno si está en la Tierra. En
la tortura y en la soledad de esta prisión que nos hace abandonar nuestra
esencia de humanidad por un poco de supervivencia y esperanza vana de algún día
salir a recuperar lo que ya está perdido. Todos los que entramos, al salir, no
recuperamos nada de lo que afuera dejamos. Por eso nunca me preocupé por
aquello. Ni siquiera por probar mi inocencia por salvarme sino por demostrar lo
correcto ante un sistema corrupto que gana dinero por cada muerte intencional.
La verdad es que no vale la pena luchar por lo que se quedó afuera ni por
seguir respirando aquí dentro. Solamente hay que esperar sentencia.
Darle
una mordida al pedazo de pan y un trago al agua. Esperar la liberación del
infierno y encontrar un mejor lugar. Pues culpables o inocentes, nos vaya a
recibir Dios o Lucifer, nada puede ser peor a lo que aquí he vivido durante
tantos ayeres y tantas marcas de la pared.
El
guardia me mira con extrañeza y me grita con enfado. Quiere que deje de
sonreír, pero no. Aquello hace tanto que no lo hacía porque no había tenido
razones para ellos, pero hoy…
…Hoy
ya nada importa porque mañana me libro del infierno y pronto estaré
estrechándole la mano a quien decida recibirme para una eternidad repleta de
paz.
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