jueves, 5 de mayo de 2016

Hace tantas marcas que...

Hace tantos ayeres que se terminó el espacio en la pared para poder seguir marcando los días. Este tiempo encerrado en el confinamiento de distintas celdas que comparten la memoria del dolor de tantos que por aquí hemos pasado.

La verdad es que recuerdo poco de lo que era mi vida antes de mi encierro. Hace tantas marcas en la pared que dejaron de visitarme, y lo único que recuerdo son aquellos gritos del mundo condenándome a morir. Pero igual, hace tanto que eso dejó de atormentarme pues ahora comprendo que detrás de cada rostro hay un asesino; detrás de cada grito que me condenaba a morir hay un asesino peor que yo porque…yo no lo maté. Y eso no importa aquí, porque las pruebas que nunca mostraron estaban en mi contra y aquí me he quedado encerrado. Tantos ayeres y tantas marcas en la pared, esperando…

Frente a mi veo una bandeja con un bolillo y un vaso de agua. Algo simple porque así he sido yo. Las extravagancias y el aprovecharme de oportunidades nunca ha sido lo mío sino ya hubiera escapado hace tanto. Hace 45 marcas si no mal recuerdo.

De igual, hace 740 marcas que comprendí que el infierno si está en la Tierra. En la tortura y en la soledad de esta prisión que nos hace abandonar nuestra esencia de humanidad por un poco de supervivencia y esperanza vana de algún día salir a recuperar lo que ya está perdido. Todos los que entramos, al salir, no recuperamos nada de lo que afuera dejamos. Por eso nunca me preocupé por aquello. Ni siquiera por probar mi inocencia por salvarme sino por demostrar lo correcto ante un sistema corrupto que gana dinero por cada muerte intencional. La verdad es que no vale la pena luchar por lo que se quedó afuera ni por seguir respirando aquí dentro. Solamente hay que esperar sentencia.

Darle una mordida al pedazo de pan y un trago al agua. Esperar la liberación del infierno y encontrar un mejor lugar. Pues culpables o inocentes, nos vaya a recibir Dios o Lucifer, nada puede ser peor a lo que aquí he vivido durante tantos ayeres y tantas marcas de la pared.

El guardia me mira con extrañeza y me grita con enfado. Quiere que deje de sonreír, pero no. Aquello hace tanto que no lo hacía porque no había tenido razones para ellos, pero hoy…


…Hoy ya nada importa porque mañana me libro del infierno y pronto estaré estrechándole la mano a quien decida recibirme para una eternidad repleta de paz.

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