martes, 22 de octubre de 2013

Sueño de objetos


Me levanto ante el sonido del despertador que me grita repetidamente la frase: “¡Despiértate holgazán!”. Estiro mi mano y oprimo el botón de apagar y me levanto como siempre, con el pie derecho primero. La cama me desea un buen día y no me dirige ni una palabra más. Camino de una forma que parece automatizada hacia el closet y elijo la ropa para el día: jeans, camiseta y tenis. Me despejo de mi pijama y me visto, salgo del closet, me dirijo hacia el lava manos y tomo el jabón. Este me habla quejándose “Por favor vete, déjame en paz. ¿qué no ves que ya me queda poco y me sigues desgastando? Déjame vivir.”  Sufro al escuchar su lamento, pero aun así lo remojo y me lavo la cara, como cualquier otro día. Bajo a la cocina y me preparo el desayuno, unas quesadillas estarán bien para hoy. Termino, me levanto de la mesa y llevo el plato al fregadero; y este con un tono sarcástico me dice “Que sorpresa, otro día más en el que me dejas aquí y no me limpias.” Lo ignoro y voy de nuevo a mi cuarto para lavarme los dientes. Tomo el vaso y lo lleno de agua, después el cepillo y le embarro la pasta, mientras este me grita “¡Arde! ¡arde!”, de nuevo ignoro los gritos de mi objeto y procedo a utilizarlo como un día común. Me miro al espejo y este me observa, en silencio, como si nos analizáramos el uno al otro. Tomo mi mochila, que también se queja, “Cada día siento que voy a morir, no puedo cargar tanto. Y tú me tratas como burro de carga.” La ignoro y salgo de la casa rumbo a la parada del camión.

Me alegro de salir de la casa, quizá son solo los objetos de hogar los que me gritan y se quejan; probablemente ya puedo descansar aunque sea unas horas mientras estoy en la escuela. Llego a la escuela, camino hacia el salón, entro y me siento en el escritorio de silla celeste de siempre. Este me saluda “Hola, que gusto verte.” Le respondí amablemente con un buenos días, y pensé que al fin encontraba objetos amables ¿o tal vez adiestrado para ser así? Realmente no lo sé, mejor era quedarme con la idea de que era bueno a diferencia de los otros. El día en la escuela es normal, compañeros y objetos me saludan amablemente. ¿Acaso los objetos, como nosotros los humanos, están adiestrados para ser buenos en publico, pero manifestarse cuando están en un espacio más intimo? Probablemente. Termina el día y de nuevo voy hacia el camión y regreso a mi casa, como cualquier otro día.

Esta vez no quiero comer, me dirijo a mi cuarto directamente. Me siento en el escritorio y este me dice animoso “Listos para trabajar.” Le sonrío y saco mi laptop; y esta amablemente me dice “¿En que trabajaremos hoy?”. Le respondo: “Un poco de tarea de cambio climático, tenemos que investigar.” Procedo a terminar mi tarea, después a distraerme un poco en el internet hasta que da una hora apropiada para tomar un baño. El shampoo se queja cuando lo aplasto y el jabón se disgusta de tener que recorrer todo mi sucio cuerpo. Salgo y tomo la toalla, que también se queja por tener que recorrer mi desnudo cuerpo. Bajo a cenar y se repite la rutina del desayuno, hasta que me veo en el espejo y me dice: “Te verás y te veré hasta mañana, buenas noches.” Me dirijo a mi cama para ya dormir y me quedo pensando en el ultimo deseo del día anterior. Ayer desee poder escuchar a los objetos para charlar con ellos, no resulto bueno, hoy deseo que se callen y que mañana pueda escuchar a los vegetales y conversar. “Buenas noches” me dice la cama y me quedo dormido.

Despierto. Resulta que todo fue un sueño de los objetos. 

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